domingo, 23 de mayo de 2010

El orificio por donde mira la vaca


La duermevela


El sueño se interrumpe frecuentemente. En estas circunstancias, no lo he comprobado, la pupila debe estar poco dilatada, no sé si será por efecto de la oscuridad de la habitación o porque la mente queda sumida en un espacio sin tiempo y el tiempo discurre sin referencias espaciales, el caso es que las imágenes flotan sobre un mundo diáfano. Cobran vida las Correspondences de Baudelaire:

La Nature est un temple où de vivants piliers
Laissent parfois sortir de confuses paroles;
L’home y passe à travers des forêts de symboles
Qui l’observent avec des regards familiers.

y en esta oscuridad dormida todo aparece más claro.

És quan dormo que hi veig clar...

y vienen a saludarme, entonces, los amigos que crean esperanzas y goces y me invitan a la plática amable bajo las acacias.


El jardín hipóstodomo

En la esquina de la Gran Vía me encontré a Creixells, me dijo que venía de visitar a su amigo J.V. Foix. Muchos martes se acerca a Sarrià a tomar el café con el pastelero.

-¿Me acompañas a Vilamarí, 27? -me propuso Creixells-

Asentí, pues no tenía otra cosa que hacer y además la conversación con Creixells me resulta amable y casi siempre enriquecedora. Pensé, además, que en aquella hora, al atardecer, estaríamos muy a gusto en el jardín bajo el olor de los limoneros, cuidando, eso sí, que no nos cayera un aguacate a la cabeza.

Como de costumbre, la puerta del piso principal estaba abierta y nos dirigimos al fondo del piso donde se halla la escalera que baja al jardín.

Junto a la puerta de la galería, de pie, encima del pavimento ajedrezado, estaba Yoko Ono, más vieja que antes, con las ojeras más marcadas que antes y el bigote más negro que antes.

-Yoko -dije- hace tiempo que no te veo por la tintorería ni por la biblioteca, ¿por donde andas?
-Las vacas me tienen entretenida.

Quiero aclarar: Yoko Ono se refiere a las vacas lúgubres, especie que está en extinción, pues su reproducción en el Eixample es difícil. Ella hace todo lo que puede para que la especie consiga sobrevivir en su especio urbano natural, les proporciona heno de Bulgaria y bayas recolectadas en los prados de Connecticut, pero el ayuntamiento pone pegas, ha decretado unas normas higiénico - sanitarias muy estrictas que impiden que estos rumiantes prosperen.

-¿Sabes algo de Parra? -preguntó Creixells a Yoko Ono.
-Éste siempre anda a la búsqueda -respondió Yoko-
-¿A la búsqueda de qué? -pregunté a la viuda- ¿Será a la búsqueda de la belleza?
-Siempre busca poetisas -dijo Yoko.
-No, -aclaró Creixells- él anda buscado las poetas de la búsqueda y esto, es cosa distinta.
-Parra es un espíritu siempre a la búsqueda -también aclaré yo.
-A la búsqueda de la belleza o buscando poetisas, el caso es que este espíritu ha perdido el oremus y quizás es esto lo que anda buscando.
-¿Qué dices, nipona,? -dijo Creixells con semblante indignado- Parra no ha perdido nada, está al lado de las poetisas que buscan.
-Aquí, todos han perdido el oremus: Parra, las poetisas, el postista, y toda la parentela peripatética. ¡Ay! Tanta P me vuelve loca -exclamó Yoko Ono.
-Sí, es cierto, estás un poco loca -dije con una sonrisa irónica.
-¿Quieres decir que todos se han aborregado? -preguntó Creixells a modo de conclusión.
-No, -respondió Yoko- quiero decir lo que he dicho: aquí todos han perdido el oremus, empezando por Beneyto.
-Beneyto no se ha aborregado, es una máquina siempre en acción, imposible de parar, siempre está creando. Lo mismo que Parra.
-Insisto, yo no digo que nadie se haya aborregado. -dijo Yoko alzando la voz- Yo sólo digo que han perdido el oremus y ahora, vamos ha dejar la cuestión en paz.
-Y Carmen, y Manuela, y la otra Carmen, ¿qué sabes de ellas? -pregunté.
-Estas saben de qué va el asunto, no están en las nubes, tocan de pies al suelo y no han perdido el oremus -dijo la señora Yoko Ono.
-De Carmen Borja, ¿sabes algo? -pregunté a Yoko.
-Carmen Borja es una poetisa completa, lo llena todo.

Creixell preguntó por Montserrat Prat, pues hacía tiempo que no sabía nada de la bibliotecaria.

-Ésta está en un globo -dijo Yoko-. Es un globo transparente, perfectamente esférico y Montse está metida dentro, navegando por los aires y se dedica a contemplar el país. Lo mira, se hace cargo de sus dimensiones y lo vuelve a contemplar. Un día divisó a Carles Duarte que estaba subido a una peña, parecía la roca de Sigfried, y desde lo alto, con la mano en las cejas a modo de visera oteaba el mar Mediterráneo, con una mirada que llegaba hasta Palestina.
-Bajemos al jardín -propuse.
-Sí. Abajo está Beneyto que ha montado una barra de bar al fondo. Tiene una nevera y nos podrá ofrecer una cervecita -dijo la japonesa y continuó- Beneyto trajo de Albacete una pareja de gorgojos y los soltó por el jardín. Ya sabéis que estos coleópteros se reproducen de mala manera y ahora todo está lleno de estos malditos insectos, además, por las noches salen y se comen las babosas, cosa extraña que no entiendo, pues estos bichejos se alimentan de granos y no de carne de babosa. Deben haber sufrido una mutación con estos aires catalanes.
-Tened cuidado -dijo Yoko- en el jardín de al lado hay un varano que come gatos, a veces pasa entre los barrotes de la verja y puede daros un susto, sin embargo, se marcha enseguida y vuelve al jardín de la vecina.

A pesar de los gorgojos y del varano el jardín de Vilamarí es un oasis de tranquilidad en medio del Eixample y como las vacas lúgubres también está amenazado de extinción. Hasta los ciegos se atreven a levantar altos muros que ahogan estos paraísos urbanos de paz.

-Y de Carmen Valencia ¿sabes algo? -preguntó Creixells.
-Ésta es muy rara -dijo Yoko-. Vive en una casa grande al final de un callejón, allí tiene un gran caldero con tinta azul y con tres ángeles sumergidos, con las alas en la tinta y asomando sólo las cabecitas. Ya conocéis cuánto le gustan a la Valencia los hombres, así que ella permanece largas horas asomada a la ventana aguardando que pase por la calle algún joven apuesto, y cuado esto sucede, Carmen se pone contenta, da saltitos, y con una baguette que tiene en la mano le da un trancazo a alguno de los ángeles que tiene en tinta. Vaya manía que tiene la poetisa esta. No me diréis que no ha perdido el oremus.
-Que quieres que te diga -dijo Creixells- cada uno es muy suyo y puede tener las manías que le dé la gana. ¿Y tu como sabes todo esto?
-Vosotros me preguntáis y yo contesto -dijo Yoko Ono- Además lo sé porque lo veo a través de un orificio que tengo en el establo.

Yoko Ono tenía un establo en un chaflán del Eixample orientado a Sur, ningún vecino se había quejado de las vacas, pues ya sabéis que las vacas lúgubres no huelen, comen poco, mugen poco, engordan poco, dan poca leche, son esmirriadas, caquéxicas y no sirven para casi nada. Debe ser por esto, por su poco provecho, por lo que el ayuntamiento no fomenta la ganadería lúgubre-vacuna.

-Y de Cornadó, ¿qué sabes de Cornadó? -pregunté-
-Este vive al otro lado del callejón, siempre refunfuñando -dijo Yoko-, despotricando contra todo lo que se menea. Siempre dice que la guillotina no hizo todo lo que tenía que haber hecho, que se quedó corta, que todavía queda mucho por cortar. Ya sabéis que Cornadó se las da de racional, bien, pues el otro día despotricaba incluso contra el Sistema Métrico Decimal. Es un cascarrabias, pesimista que siempre está de buen humor. Es feliz con sus cosas, Vaya paradoja con el arquitecto este.

Al fondo del jardín, junto a la altea, se hallaba, tras la barra del bareto, el amigo postista. Nos ofreció un zumo de uva muy fresco y nos dijo que aguardáramos que enseguida vendría Parra y Carmen. Estaba claro que Beneyto no estaba aborregado y tampoco parecía que hubiera perdido el oremus. Seguramente estaba pensando, en aquel momento, que debería pintar la barra del bar de algún color inexistente de forma que confundiera a los gorgojos.

Al llegar Parra, aún estando éste en la escalera, Beneyto exclamó “¿has visto Parra, la cara de borrego que tiene este Creixells? Debe ser por los cafés que se toma con el pastelero fascista.

Yoko Ono dijo por lo bajín: Creixells está completamente aborregado parece uno de aquellos guerreros hoplitas que servían a Alejandro el Magno.

1 comentario:

  1. ...el único lugar donde puede caerte un aguacate estando debajo de limoneros... gran relato!
    Còssima

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