viernes, 3 de septiembre de 2010

No podrán saber por dónde levantamos el vuelo.

- Nadie debe saber por dónde andamos. Tú has volado por encima de los olmos y has visto desde lo alto que aún existen antiguas sendas que permiten pasar de perfil y sortear los peajes del paraíso.

Caminemos un poco más, bajo las copas de los chopos. Luego descansaremos a la sombra del alero, viendo pasar el halcón que viene del otro lado de la sierra.

Aquí todos vuelan según les conviene, atropando lo que pueden y luego, solo a ti te llaman “urraca ladrona”, y cuando levantas las alas bajo el sol dejando ver tus plumas blancas y negras te conviertes en el ave reina de las cunetas.

- Chac, chac, chac, chac, chac.

- Bajo la cornisa, entre molduras, duerme la lechuza de papo inflado. Al anochecer levantará un vuelo sin astucia.

¿Irá a Fiesole? No conocemos su derrotero.

En cualquier caso deberá cruzar el Arno. El río, a pesar de las murallas de almenas gibelinas, fluye lentamente hacia el mar Ligur.

Nosotros iremos por la glera. No dejaremos huellas. Sólo la ausencia.

Desde lejos contemplaremos las murallas. Tú graznarás tranquila y yo beberé la copa de vino joven.


de "El caminante y la urraca"

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