lunes, 16 de mayo de 2011

La soledad de Leonardo

Proporciones de la cabeza humana.
1488. Leonardo da Vinci.
Royal Library, Windsor Castle


La impresión puede que tenga algo de romanticismo pero aquello que percibo ante el arte de Leonardo es la soledad, el vacío producido por un aislamiento elocuente. El arte de Leonardo da Vinci nace bajo el signo de la soledad y discurre por los caminos de la incomunicación de la condición humana.

Quizás la impresión no sea tan romántica como podía parecer a primera vista, quizás no sea una impresión subjetiva, pues ciertas actitudes del artista nos confirman su afán por sustraerse a la curiosidad de sus contemporáneos neoplatónicos, dando pábulo a leyendas mágicas. En efecto, Leonardo construyó animales fabulosos “de cera, sutilísimos y llenos de viento, a los que soplando, hacía volar por el aire”, escribía al revés con caligrafía especular, en sentido contrario a lo normal, como si temiera ocultar los pensamientos y fabricó un lagarto al que “habiéndole puesto ojos, cuernos y barba, hacía huir de miedo a cuantos lo mostraba”.

La soledad, sin embargo, parece ser la última consecuencia de la revalorización humanista del individuo y Leonardo la expresa con el dibujo que hace de las proporciones de la figura humana según Vitrubio, el conocidísimo hombre inscrito de cuatro brazos y cuatro piernas.

La soledad es una especie de mal du siècle que encontramos en Maquiavelo y en la generación de artistas que precedieron a Fra Angélico, Masaccio, Sandro Botticelli, Piero della Francesca, Paolo Uccello, Filippo Lippi y Andrea Mantegna, estos no estaban tan afectados por el neoplatonismo de Ficino.

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